Sólo por la razón, jamás por la fuerza.

 El destino hizo que, hace exactamente 20 años atrás, siendo entonces un joven Decano de esta universidad, ¡tempus fugit¡, me correspondiera -como ahora- el privilegio de dirigirme a esta comunidad.

Inspirado en aquel entonces en el pensamiento de uno de mis maestros profundos, el ensayista y escritor Francisco ‘Paco’ Umbral, quien al recibir de manos del Rey Felipe IV el premio Príncipe de Asturias, enuncia que:

 “Quiero dejar aviso de lo que está pasando, la muerte de los libros y la herida en la idea, filósofos burlados con pensamiento débil y las ciencias sutiles, enramada del ser, al servicio oneroso de tantos generales /…/”

, inspirado, digo, en su pensamiento me permití -observando el contexto de la posmodernidad nacional de inicios de siglo- señalar que (insisto, majaderamente, en que este texto fue escrito hace ya 20 años): 

“Los fuertes desequilibrios en la distribución de la riqueza, las variadas formas de exclusión social, el aumento explosivo de las enfermedades psíquicas, una serie de conductas desbordantes de poderes políticos y económicos  dominantes, la creciente apatía de importantes sectores de la población por la cosa pública, etc., ponen en jaque el ideario colectivo que promueve el  sistema neoliberal, situación que se acentúa cada vez más merced a la contradicción que dejan en evidencia los medios de comunicación, al propiciar una integración simbólica a una forma de vida muy distinta a la de las reales posibilidades de un grueso sector de la población”. 

La fragilidad del sistema neoliberal en uso -de hecho- había sido magistralmente expuesta en esa época en varias oportunidades y en diversas aulas de nuestra casa de estudios por el filósofo argentino, Dr. Mario Casalla, a través de la imagen de la ‘ñata en la vidriera’: imagen que proviene del tango ‘Cafetín de Buenos Aires’ de Santos Discépolo y Marianito Mores, y que refiere un joven marginal que mira desde el otro lado de la ventana lo que ocurre en los Malls con la ‘nariz pegada en la vidriera’... junto a la tentación de las piedras, escombros y otros materiales  que han quedado olvidados a un costado desde la ya olvidada construcción del centro comercial.

Con otras palabras, lo dijo en su momento Kofi Annan, por entonces Secretario General de las Naciones Unidas y Premio Nobel de la Paz 2001, al señalar que:  "Mientras que la quinta parte de la población de nuestro planeta viva en la pobreza absoluta, no puede haber una estabilidad real en el mundo".

La estabilidad social históricamente se ha solido basar en un pacto con arreglo al cual los miembros de una comunidad se comprometen a obedecer y respetar las normas de convivencia, a sus autoridades y las leyes que promulgan, con tal de que resulte de ello ventajas comunes, tanto materiales como espirituales.

Las conductas sociales fuertemente visibles a partir del mes de octubre pasado en nuestro país parecen tener parcialmente su origen en la desigualdad de las ventajas materiales y espirituales en nuestra nación, lo que atenta contra el pacto social -explícito o implícito- en virtud del cual se establece y se mantiene el orden cívico.

La lógica del marginado que rompe la vidriera parece expresarse en la pregunta: ¿por qué voy a respetar y obedecer unas normas que no me reportan ninguna ventaja, mientras que mi respeto y obediencia a ellas hace posible que otros acumulen riqueza por esas ventajas? : se perjudica, entonces, la democracia y se impone, en consecuencia, la lógica de la subversión a la autoridad, de la anomia y eventualmente, del caos.

Circula estos días entre buena parte de nuestra sociedad, como consecuencia de la crisis social, la idea… necesidad… anhelo de alcanzar lo que muchos denominan una ‘nueva normalidad’. Para entender lo que una nueva normalidad implica, como siempre, se hace necesario distinguir su valor, en oposición.

Concebimos como sistema una estructura cuyos componentes están interconectados entre sí y cuyo funcionamiento se debe a la concepción de funcionamiento en cuanto ‘un todo’. La naturaleza de los elementos que lo constituyen pueden ser diversos, por ejemplo, los sistemas económicos o los sistemas políticos. Así pues, concordamos, por ejemplo, en el plano económico la existencia del sistema neoliberal y en lo político, la existencia del sistema comunista. Por su naturaleza, los sistemas son abstractos (¿dónde está el neoliberalismo?), sociales (compartidos por una comunidad) y émicos (capitalismo vs. comunismo).

Ahora bien, admitimos como norma, la ‘normalidad’, lo que en una determinada cultura o sociedad se ha actualizado históricamente del sistema; de esta forma observamos, por ejemplo, que el sistema neoliberal no se realiza de la misma manera en EE.UU. que en Holanda; o bien, que el sistema comunista, por ejemplo, se manifiesta mediante normas diferentes en China o en Cuba.

Finalmente concebimos como sustancia la forma concreta en que el sistema y la norma se muestran; por ejemplo, el caso específico del sistema político venezolano a diferencia del sistema político boliviano; ambos supuestamente sistemas socialistas, aunque diferentes, no obstante, en sustancia.

Para efectos de claridad, recurro a un ejemplo cotidiano. El juego del fútbol es un sistema; un conjunto de disposiciones que sirve tanto a europeos como a americanos o a cualquiera que quiera jugar fútbol, y que además define lo que el fútbol ‘es’ , digamos a diferencia del tenis. Esto permite que jueguen sin más el Real Madrid vs. el Boca Junior (a los jugadores no se requiere explicarles el sistema).

El sistema es fuertemente rígido y no admite cambios en sincronía. La norma es más flexible y admite modificaciones. La norma europea del fútbol actualiza el sistema, de manera diferente que la norma sudamericana; el fútbol europeo es más ‘físico’; es menos ‘técnico’; es más rápido; se ejecuta en menos espacios; los equipos se ‘visten’ con tres atrás y volante carrileros… la norma refleja finalmente aspectos de su cosmovisión, como el espíritu de colectivismo que caracteriza buena parte de la sociedad europea en oposición a lo que se observa en la norma ‘sudaca’ con un fútbol más técnico, más individualista, vivo, mañoso, ‘ríoplatense’.  Como cualquier sistema, también el del fútbol es difícil de modificar. La norma es más flexible. Un ejemplo de cambio de norma reciente es la introducción del VAR. La norma usual que conocimos varias generaciones era el juicio del árbitro; esto se ha modificado y prima la ‘objetividad tecnológica’ y el juicio de la cámara. La sustancia, finalmente, es aquello que nos permite ‘ver’ un partido concreto. El sistema y la norma, en cualquier orden, se aparecen en sustancia. Necesariamente ésta difiere más aún y es idiosincrática: corresponde a un partido concreto, a un gol de cabeza específico, al número de pases de un partido Barca-Madrid, a la lesión de Alexis Sánchez, etc., etc.

Como dije, circula, entre nosotros la idea… necesidad… imposición de alcanzar una ‘nueva normalidad’. Cabría entender, entonces que se aspira a una nueva norma. A este respecto, resulta, al menos, curioso -en consecuencia- que nuestra sociedad sólo aspire a la modificación de la norma y no a la conformación de un nuevo sistema, como si el neoliberalismo resultase subconscientemente aceptable o funcionalmente rentable. Resulta, de otra parte, particularmente preocupante, que la nueva norma se esté buscando, procurando, a través de sustancias/conductas tales como declaraciones, réplicas, manifestaciones (las llamadas marchas), disturbios, acciones vandálicas, saqueos, represión, y violencia.

Estas conductas sociales parecieran mostrar que, por alguna razón, a nivel de sistema, la decisión occidental está ya tomada en términos de sistemas democráticos de gobierno y economías sociales de mercado.  A partir de ello, a futuras generaciones les corresponderá, en consecuencia, la aventura intelectual de procurar una nueva norma con exigencias éticas de igualdad de oportunidades, participación en los beneficios del crecimiento e integración de sectores vulnerables o desplazados. La consecución de una sociedad en la que todos los sujetos se puedan encontrar cabalmente identificados y aceptados: algo diferente de nuestra actual sociedad ‘partida en dos’.

Como ha señalado Leopoldo Marechal: “/.../ de todo laberinto se sale por arriba”.  Nuestra condición de humanistas nos impele a salir de la crisis social en que nos encontramos a través de sustancias que estén más arriba, i.e., ‘metasalidas’. Sólo por la razón...jamás por la fuerza. Sustancias tales como disturbios, acciones vandálicas, saqueos, represión, contraviolencia se oponen a una de las particularidades que ha desarrollado ecológicamente el homo sapiens y que lo distingue en su condición propiamente humana: la capacidad de razonar. 

La explosión cooperativa que tuvo lugar, de acuerdo con recientes estudios arqueológicos, hace 400 mil años cuando los neardentales ya fueron capaces de cazar en grupos, con armas relativamente sofisticadas y con un estudio de los movimientos y hábitos de animales medianos y grandes como fuente de nutrición, muestra que la capacidad de argumentar, planificar, acordar y concordar -que caracteriza a la especie- la sitúa en su condición humana esencial y le garantiza éxito de supervivencia. 

Sólo por la razón...jamás por la fuerza. Basta entender los actos de argumentar, planificar, acordar y concordar como representativos de aquellos actos genuinamente humanistas-cooperativos que pueden explicar motivacional o causalmente por que las cosas son como son y no sólo son como el más fuerte o poderoso quiere que sean. 

Sólo por la razón …jamás por la fuerza… debido a que los hábitos profundamente humanos de argumentar, planificar, acordar y concordar benefician tanto al que argumenta como al que recibe una argumentación, ya que, desde el punto de vista del menos favorecido, el mundo podría ser de otra forma, si su ingenio le permite. 

En la hoguera cultísima de esta magna aula, ante el escrutinio amable de esta provincia expectante, les animo, a que sigamos –pues- cultivando el ingenio.

 

Cristian Noemi Padilla
Decano